L'Oratge als Massos

sábado, 17 de octubre de 2009

Un campo de minas bajo el polígono


Un campo de minas bajo el polígono

Les Camposines tiene en su subsuelo miles de bombas de la batalla del Ebro

FERRAN BALSELLS - Tarragona - 17/10/2009

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Les Camposines, partida perteneciente a La Fatarella (Terra Alta), es un campo sembrado de bombas. "A veces te asusta alguna explosión, pero durante la guerra fue peor", comenta Ramon Puig, de 71 años y payés de una masía cercana a un llano que contiene más de 400 bombas de aviación y obuses de artillería lanzados en la batalla del Ebro. La mayoría están sin explotar a menos de dos metros bajo tierra y conforman una zona minada por bombas españolas, italianas y alemanas.

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      Los estallidos que sobresaltan a Puig de vez en cuando son de bombas que, 71 años después, son explosionadas de forma controlada. Un consorcio integrado por el Instituto Catalán del Suelo (Incasol) y ocho ayuntamientos de la zona desminan el terreno para construir en él un polígono industrial. Se levantará en 50 hectáreas que concentraron el pulso definitivo entre nacionales y republicanos.
      La Generalitat considera esta área, enclavada entre Gandesa y Móra d'Ebre, zona económica estratégica. En el verano de 1938 también era estratégica: era un nudo de carreteras que permitió la penetración del ejército del Ebro, fue su cordón umbilical y después facilitó su retirada. De ahí su importancia; de ahí que, como Gandesa y Corbera d'Ebre, Les Camposines fuera machacada por la aviación y la artillería, fundamentalmente franquistas.
      La loma desde la que se dirigen los trabajos de desminado fue blanco de las ofensivas franquistas, empeñadas en retornar a los republicanos a la ribera norte del río, de donde habían partido el 25 de julio de 1938. No hay datos sobre los proyectiles republicanos, pero sólo el bando insurgente se calcula que lanzó en la zona 5.000 bombas por hectárea.
      Raphaello Navarra, supervisor de los trabajos de limpieza de proyectiles que el consorcio adjudicó por 300.000 euros a la compañía francesa Eolia, repasa una mancha compacta de lunares rojos dispuestos sobre el plano: es el mapa de los proyectiles ocultos trazado por sondas magnéticas. Un equipo de siete especialistas los busca sobre el terreno. La mayoría son ex militares franceses con experiencia en desactivación de minas en Vietnam, Camboya y Bosnia. "Para ellos es un trabajo sencillo", señala Navarra, aunque requiere precisión. El proceso es manual, a lo sumo una excavadora ahonda medio metro sin acercarse al proyectil. Si la bomba sigue activa, los especialistas en explosivos de los Mossos y de la Guardia Civil explosionan el artefacto de forma controlada.
      "Es una labor de alto riesgo", apunta el director del proyecto y coordinador de seguridad, Francesc Xavier Vilaró. Lo saben los habitantes de la zona, que en la inmediata posguerra recolectaron metralla y desmontaron todo tipo de proyectiles sin explotar para malvender los metales resultantes, con lo que combatían las penurias posbélicas. La mayor parte de los pueblos de la Terra Alta pagaron un caro tributo por este trabajo: muchas personas murieron intentando desactivar proyectiles y otros lo hicieron cuando, realizando sus labores agrícolas, tropezaban con un proyectil activo que explotaba a su paso.
      Los estragos de la batalla no concluirán con la retirada las bombas. "Probablemente entonces empecemos a localizar cadáveres", señala un portavoz del Incasol. El Consorcio de la Batalla del Ebro gestionará su entierro en el cercano Memorial de les Camposines, un monumento osario que acoge los restos de los soldados no identificados que murieron en la batalla más sangrienta de la Guerra Civil.

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